jueves, 16 de agosto de 2012

Café Central

Cuando mis constantes vitales tienen muchas fluctuaciones necesito sosiego, tranquilidad, calma. Eludir todo tipo de mala vibra. Es el momento de darle al on y escuchar el sonido del saxo, del piano, del contrabajo, de la trompeta. De repente se instala en mi un remanso de paz, como si andase descalza por la hierba mojada en medio de montañas verdes con nubes en el horizonte. Ya no son tan grises, porque han descargado un torrente de agua sobre la tierra, sobre aquel río que ahora fluye con una fuerza descomunal. Me dejo llevar por su agua con los ojos cerrados, a mi lado me hace compañía un pececillo que me mira con ojos de extrañeza (no soy de su especie) pero en el camino hemos llegado a conocernos, a entender nuestros idiomas a movernos por el agua como si de siameses se tratara el asunto.

La compenetración se ha debido a Miles Davis, Herbie Hancock, Louis Armstrong, John Coltrane. Soy una inexperta en el mundo del Jazz, pero para mí es un sonido universal, un sonido que a poco que aprecios la música y su instrumentalidad te hace recuperar las constantes. La mezcla de un trompeta con el piano, o el saxofón con el contrabajo o todos ellos juntos generan una explosión sonora.

Últimamente me apetece recorrer lugares diferentes de Madrid, su bares, sus cafeterías, vamos! Seguir de “pe a pa” la guía del ocio de “El País” y es por eso que la semana que viene quiero deleitarme con música en vivo en el Café Central, unos de los mejores clubes del mundo del Jazz. Ya me veo allí sentada con una taza de té (que cursi :) ) embelesada mirando al escenario y a las manos de esos músicos que transforman el movimiento en armonía.


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